Por Berenice Pérez.
Partiremos de la discusión que dejamos pendiente en la primera parte de este artículo. Argumentábamos que el discurso actual de la clase política, aunque pocas veces se lleve a la acción, promueve nuevas formas de participación ciudadana, e invita al individuo a contar con una nueva actitud en torno a su condición de ciudadano. Parece que automáticamente se espera que los ciudadanos perciban que la política no es un asunto exclusivo para aquellos que ostentan un cargo público; y que estar involucrados, informados y vinculados en cuestiones públicas, es necesario y obligatorio.
En el ámbito gubernamental, nos bombardean constantemente con ideas como: “Tu participación hace la Democracia”, o “Querétaro necesita de ciudadanos comprometidos” pero, ¿qué tanto impactan en la conciencia individual y colectiva? ¿Realmente generan reflexiones que invitan a la acción? ¿Realmente contamos con capacidades cívicas que nos permitan incidir en la esfera pública?