Por Adriana Rodríguez Zamudio
La propaganda electoral ha llegado a las calles de la ciudad y es oportuno abrir la discusión a todos aquellos que aún tienen ánimos de hacerlo; difícilmente se puede hacer caso omiso a dicho espectáculo cíclico, y en realidad, es nuestra responsabilidad como ciudadanos mantenernos informados; ya que si no fuese por la difusión de la propaganda política, ¿cómo estaríamos enterados?¿cómo funcionaría nuestra democracia? ¿es realmente efectiva?
Desde la perspectiva del ciudadano empoderado, que es aquel individuo consciente de su participación en la política como herramienta pública para incidir en los cambios positivos y en el beneficio a la calidad de nuestra comunidad (Unlugar, 2015), las agendas y proyectos políticos desde la ciudadanía son muy propositivos y promueven la resignificación de la perspectiva de nuestro país, pero todo comienza desde un proceso mucho más genuino como visceral: la reacción social.
Por eso, antes de hablar de proyectos, hablemos de reacciones… o hablemos de reacciones como proyecto, ¿qué tan fácil es cambiar la actitud de un ciudadano hacia la imagen política de su ciudadanía? O mejor dicho, ¿de qué manera podemos ser proactivos cuando se nos imponen más de 16 millones de spots que salen o saldrán al aire en el medio que menos te esperas, de los cuales 13,815,360 son de partidos políticos y el resto de nuestras autoridades electorales? (CNN México, 2015). ¿Y qué cara ponemos cuando multiplicamos esto por más de 1000 pesos que cuesta la producción de cada spot político? ¿entonces cuánto cuesta nuestra democracia?
CNN México recientemente hizo una investigación sobre las propuestas de los partidos contendientes a través de las ‘batallas de spots’ para campañas federales, las ligas se encuentran en la parte inferior de este texto. Dichos mensajes tendrían el objetivo de hacernos sentir más informados de las propuestas de valor de corto y mediano plazo para nuestro país, y por supuesto, ellos esperan lealtad de nuestra parte. (¿cuándo tendremos propuestas a largo plazo?) Ciertamente, el paso de la comedia al shock y viceversa es frecuente, como mencionó Mario Vargas Llosa en la campaña presidencial del Perú (2011), ‘el espectáculo es lo que prima, no las ideas, no las convicciones políticas, no hay visiones de conjunto, hay espectáculo, se trata de conquistar al público por espectáculo’.
Herbert Blumer (1938) afirma que ‘las personas reaccionamos no tanto hacia la realidad en sí, sino al significado que le concedemos a ésta’ y ‘los significados son producto de la interacción social, principalmente la comunicación, que se convierte en esencial, tanto en la constitución del individuo como en –y debido a- la producción social de sentido’ es decir, somos animales simbólicos y cuando reaccionamos ante un acontecimiento lo hacemos ante el significado que le otorgamos, lo que significa que el conocimiento proviene de la observación, de la construcción de conductas, de las interacciones cotidianas y de los actores que le dan sentido.
Por tanto, si reaccionamos ante nuestra realidad política por lo que vemos, escuchamos y vivimos diariamente, los tintes negativos de dicha reacción no son un producto de nuestra imaginación. La sociedad está harta, inconforme, ningunea, desconfía, duda y luego cataloga, porque aparentemente, aunque no haya resultados claros, si hay premios para quienes escenifican nuestra democracia y como señala el principio de Arquímides, ‘en la política no hay espacios vacíos, el lugar que uno deja lo ocupa el otro’.
Si bien, somos libres de buscar sus propuestas en las páginas de internet -porque ser libre significa poder escoger- y por supuesto que escoger bien exige responsabilidad por quienes lo hacen, ¿cómo podemos elegir si desconocemos el contenido honesto de sus ofertas políticas y los resultados reales de quienes los anteceden? Somos parte ya, de ese arte suyo de la siniestra invitación, víctimas seducidas por la posibilidad de superación y el status, orillados a escoger, pero a escoger de entre lo que se conoce, y díganme ustedes, si lo que conocemos es lo que queremos.
Mantenernos al margen de nuestra situación política, asesina los heroicos segundos en los que nos atrevemos a leer entre líneas y protestar ante eso, si dejamos vivir esa voz, ese paso a la exaltación menguada por la impotencia, si tan sólo somos más curiosos, menos apáticos o displicentes, si ejercemos la reacción desde la revolución, podremos ejercer una participación más activa, porque no estamos cansados de la política, sino de quienes la malversan y caducan.
No aspiramos un México sin campañas electorales, no necesitamos que nos repitan millones de veces diálogos irónicos y mordaces, ni clichés, ni trivialidades, ni la indiferencia compartida ni gorras ni carnada para decidir lo que queremos. Participemos y quizás así llegará el día en que los espectaculares se muden de planeta, nuestra política sea honorable y no sea un cúmulo de pequeñas historias en una gran comedia negra…mientras tanto, tiempos violentos.
