Por Leticia Aguilar.
Me despierto oyendo a lo lejos el micrófono de una escuela llamando a los niños a hacer honores a la bandera, escucho también la campana del camión de la basura pasando y al señor del gas anunciando su llegada.
Me arreglo y salgo. Doy diez pasos y estoy frente a un pequeño parque que cuenta con un foro, donde a veces los domingos hay obras de teatro o conciertos gratis.
Llego a la estación de eco-bicis, pero decido mejor ir a pie. Camino Puebla, Mérida, Durango y llego a la Plaza Río de Janeiro, la cual inicialmente llevaba el nombre de Parque Roma por ser el centro de la colonia; y que ahora cuenta con una de las dos réplicas exactas en el mundo de El David de Miguel Ángel. Tomo Orizaba, Tabasco, Jalapa, cruzo Álvaro Obregón, doy vuelta en Chihuahua y llego a mi trabajo. Quince minutos me toma hacer el recorrido caminando, en bici hubieran sido diez.
La colonia Roma, donde ahora vivo y trabajo, cumplió en el 2012 ciento diez años desde su fundación. Edward Walter Orrín, quien era propietario del circo más famoso del país “Circo-Orrín”, en 1902 solicita al Ayuntamiento de la Ciudad de México la autorización para fraccionar lo que se le conocería como Colonia Roma. Cabe mencionar que los nombres de las calles fueron dados en honor a las ciudades del país donde el Circo tuvo más éxito.
Los hermanos Lamm, ingenieros y arquitectos, se encargaron del diseño del nuevo fraccionamiento, retomando influencias urbanísticas europeas de esa época, amplios bulevares con camellones, esquinas a 45 grados, banquetas anchas y plazas públicas.
“Se pretende hacer un diseño en donde los habitantes de la colonia disfruten a plenitud la misma colonia, por tal motivo se siembran sus calles con especies arbóreas que permitan a lo largo del tiempo brindar la sombra necesaria para poder disfrutar sus calles y paseos.”
Llega la hora de la comida y salimos, las opciones son bastantes, desde ir al mercado o a alguna fonda, hasta al restaurante más elegante y caro, todo a unas cuadras de distancia. Jane Jacobs decía que había que propiciar “calles llenas de actividades y lugares públicos” y, que estas actividades “en cada barrio fueran tan numerosas y variados como fuera posible”.
Caminar por la Roma significa intercalar el ahora con lo histórico, los edificios viejos con los nuevos, los centros comerciales con las pequeñas tiendas, las escuelas y hospitales con los bares y antros, los automóviles con las bicis y peatones, la clase baja, con la clase media y con la clase alta.
Todos son bienvenidos, la colonia se adapta a todos. La colonia ha envejecido con todos.
En los meses que llevo conociéndola no puedo dejar de preguntarme por qué ya no hacemos colonias así, ¿por qué ahora el usuario es el último en beneficiarse? Me sorprende el hecho de que diario se autorizan nuevos fraccionamientos en todas las ciudades, todos similares, todos mal planeados. Específicamente en Querétaro, este año habrán veintidós mil nuevas viviendas. ¿Por qué no aprendemos de nuestros antepasados y creamos colonias de calidad? ¿por qué es más importante politizar los asuntos urbanos?
La inversión gubernamental debería ser dirigida a proyectos de regeneración urbana, en lugar de seguir propiciando, en su mayoría, planes que se centran en beneficiar sólo al automóvil. ¿Qué tan difícil es dotar de árboles las colonias de interés social? ¿o de reglamentar que las banquetas sean anchas? Son simples acciones que mejorarían la calidad de vida de sus habitantes.
Imaginemos estas colonias en cien años; si desde ahora ya están deterioradas, ¿qué será de ellas con el paso del tiempo? En mi opinión, el problema es que los desarrolladores prefieren pensar en el corto plazo, comprar el terreno, construir rápido, vender, luego moverse de lugar y empezar de nuevo. Pero, ¿dónde queda el mediano y largo plazo? ¿dónde queda el usuario?
Louis Kahn defendía “reintegrar la calle, donde la gente vive, aprende, compra y trabaja, a su papel de estancia comunitaria”. Deberíamos dedicarle más tiempo a diseñar nuestras calles y espacios públicos, sin importar el nivel socio-económico de la colonia. Todos merecemos estar orgullosos de nuestro lugar de residencia.
Hola, es lamentable que no se establecen políticas publicas correctas para que los promotores inmobiliarios tomen en cuenta trazas urbanas que han comprobado ser exitosos, habría que revisar en cada estado quien es el encargado de este tipo de autorizaciones de baja calidad. Más allá de la simple licencia de construcción o de notificación.
En el DF existe la SEDUVI, quien (como su nombre lo indica) es quien se encarga del desarrollo urbano y vivienda, que se preocupa por la calidad del proyecto de las mismas. Tambien esta la Autoridad del Espacio Público del Distrito Federal, entidad interesada en la calidad del espacio público.
Pero, que tipo de entidades gubernamentales tenemos en nuestros estados de la republica? Nuestros organismos estatales están preocupados por temas urbanos más alla de autorizar o no autorizar licencias? existen en nuestras legislaciones alguien con la capacidad tecnica, mental, moral y espiritual para hacer las cosas correctamente?.
En quien recae la responsabilidad de hacer bien las cosas? en los Institutos municipales de planeación? en la Ley de Desarrollo Urbano Correspondiente? En el departamento de planeación urbana local? En el promotor?.
Esas esquinas de “45º” con “pancoupé” o “con chaflán”, son un ejemplo de la calidad del espacio público que se puede lograr con un poco de aportación ciudadana.
Antes seguramente era más fácil porque los involucrados eran menos. Tal vez el problema es que la responsabilidad recae en tantas instituciones y personas que ninguno termina haciendo bien su trabajo, es como echarle la bolita al otro, nadie hace nada, pero al mismo tiempo se siguen autorizando nuevos fraccionamientos. Me agrada la idea de dedicarle un poco de tiempo a investigar bien cómo funciona toda esa maraña de instituciones. No está de más saber.