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Ciudad obesa.

Por Eva Sosa.

Hace algunos días, México fue declarado primer lugar en obesidad a nivel mundial y aunque esto se debe a diversos factores, uno de los principales es la forma en que vivimos nuestras ciudades.

Pasamos la mayor parte del día sentados: en el coche, en el trabajo o frente al televisor/computadora. Son pocos los que tienen el tiempo, las ganas y el dinero para ir a un gimnasio, y la mayoría lo hace por cortos periodos de tiempo.

Hacer ejercicio tendría que ser parte de nuestra rutina diaria, como caminar y andar en bicicleta. Sin embargo, es difícil imaginar que una persona pueda cumplir todas sus necesidades de esta manera y que además, quiera hacerlo.

Para que esto suceda es imprescindible dirigir la infraestructura a las personas y no al automóvil: banquetas más grandes, arboladas, carriles exclusivos para bicicletas, estacionamientos reglamentarios para las mismas, conexión con transporte público, y lo más importante, acortar dramáticamente las distancias: densificándonos (construcción vertical), con lotificaciones más pequeñas (evitaría explanadas de estacionamiento al aire libre), con cinturones urbanos verdes (evitan el crecimiento horizontal alejado de lo ya construido) y teniendo usos mixtos.

Lo anterior significa que el supermercado, el trabajo y la escuela, quedan dentro de un radio de 500 metros (10 minutos caminando) en el mejor de los casos o una estación de metro o autobús en el peor escenario.

En el D.F. por ejemplo, la percepción que se tiene es que ya hay muchas personas, pero en realidad lo que hay son muchos coches y la necesidad de usarlos varias veces al día por distancias muy largas entre el trabajo, la casa y lugares de recreación.

Gimnasios, parques, canchas y piscinas públicas al alcance, también tienen que agregarse a la ecuación.

Hacer ciudad no es construir viviendas apartadas ni más vialidades, es proyectar de una manera sustentable, concentrándonos en las personas y en sus necesidades.

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