Por Eva Sosa.
Mucho hemos hablado del mal crecimiento de las ciudades, pero ¿y las buenas intervenciones?
Al hablar de desarrollo urbano sustentable, se tiene que mencionar a Barcelona y a su ensanche. Su alta densidad (376 habitantes/ha), flexibilidad de actividades, diversidad de uso, y compacidad urbana, son un paradigma moderno de sostenibilidad.
Para entender a esta ciudad hay que regresar al siglo XIX e imaginarla amurallada, sobredensificada y con problemas de salubridad, hasta que en 1855 se decide romper con estos muros y unir de manera rápida y organizada a los pueblos cercanos que hoy son barrios.
El encargado de planificar esta urbanización fue Ildefons Cerdá quien organizó exitosamente al espacio público: movilidad, servicios, arbolado, saneamiento y mobiliario urbano. Así como los espacios privados, donde los edificios plurifamiliares se reúnen en torno a un patio interior recibiendo luz y ventilación natural.
Las calles tienen en general una anchura de 20 metros: 10 para transporte rodado y 10 para banquetas y sus esquinas ochavadas dan visibilidad a los automovilistas aumentando la calidad del espacio urbano. La altura de los edificios (20 metros, no más) también está pensada, pues permite la entrada del sol en todas partes a lo largo del día.
Creo que lo que mejor funciona del trazado rectilíneo-militar de L’Eixample, es que se combina perfectamente con el esquema de plato roto de los pueblos medievales (Gracia, Sants, Las Corts, San Gervasio…) donde casi todas las calles son peatonales.
A este ensanche le siguen grandes aciertos urbanísticos. En 1992, durante las olimpiadas, Barcelona vuelve a nacer, convirtiendo las zonas industriales en residenciales y dándole la cara al mar: recuperando sus playas y proyectando grandes paseos a lo largo de la orilla.
Al igual que otras ciudades también ha tenido problemas de seguridad, en los que destaca el barrio del Raval el cual ha sido intervenido arquitectónicamente con museos como el MACBA, la nueva filmoteca de Catalunya o la renovación de las Ramblas.
Limitada por el mediterráneo y por los cerros, Barcelona no busca crecer sino renovarse a manos de concursos públicos y uso de solares dentro de la trama urbana, metodología que bien podríamos utilizar en nuestras ciudades.
Creo que el mejor y más valioso punto del L’Eixample es que al tener cuadras simétricas el objetivo de Ildefonso era el de dotar las mismas condiciones a todos los habitantes y con eso unificar el valor de suelo de toda la cuadra, también si vamos a mirar este ejemplo con ojos históricos habria que pensar que en su momento fue una expansión de la ciudad tradicional, en esos tiempos no sabían si era buena o mala, hoy sabemos que es un caso de éxito con más de 100 años de antigüedad. por lo que no habría que juzgar con mala fe a las expansiones actuales de al ciudad.
Reblogueó esto en salvolomasy comentado:
Una ciudad que tiene alta densidad (sin gran altura), magnifica caminabilidad y maravillosos espacios publicos y gran numero de lugares atractivos para la convivencia urbana.