Por Berenice Pérez.
Partiremos de la discusión que dejamos pendiente en la primera parte de este artículo. Argumentábamos que el discurso actual de la clase política, aunque pocas veces se lleve a la acción, promueve nuevas formas de participación ciudadana, e invita al individuo a contar con una nueva actitud en torno a su condición de ciudadano. Parece que automáticamente se espera que los ciudadanos perciban que la política no es un asunto exclusivo para aquellos que ostentan un cargo público; y que estar involucrados, informados y vinculados en cuestiones públicas, es necesario y obligatorio.
En el ámbito gubernamental, nos bombardean constantemente con ideas como: “Tu participación hace la Democracia”, o “Querétaro necesita de ciudadanos comprometidos” pero, ¿qué tanto impactan en la conciencia individual y colectiva? ¿Realmente generan reflexiones que invitan a la acción? ¿Realmente contamos con capacidades cívicas que nos permitan incidir en la esfera pública?
La respuesta a estos cuestionamientos podemos encontrarla en diversas investigaciones que señalan que ser ciudadano es una construcción sociocultural que cambia a través del tiempo, y que es un ejercicio cotidiano que los individuos construyen, desarrollan o inhiben según su contexto político, social y cultural.
Ejercer plenamente de nuestra ciudadanía implica contar con habilidades desarrolladas por el sujeto para desempeñarse en la vida asociativa y la participación política, además de valores y actitudes que aprendemos, practicamos y ejercemos día a día a través de nuestro contacto con los demás individuos en la escuela, el trabajo, el gobierno, etc.
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Para lograr cambios sociales importantes no basta con generar convocatorias para ejecutar programas que incluyan como eje estratégico la participación de la ciudadanía, los cuales muchas veces son mañosos y tienen fines ajenos a empoderar a los individuos. Se debe entender la lógica mediante la cual los individuos construimos nuestra noción de ciudadanía, dejemos a un lado el análisis de los cambios institucionales y jurídicos, para enfocarnos en identificar y comprender las vivencias e interacciones de los individuos y si éstas generan condiciones que le hagan sentir parte de la comunidad, le doten de capacidades y le inviten a participar.
Se puede decir que el punto central es conocer si se han dado las condiciones, más allá del plano legal, para aprender y desarrollar habilidades de la práctica democrática. Como señala Durston (1996), pasar de la participación posible a la real implica que el individuo ejerza esa ciudadanía, y esta al ser una construcción gradual depende del aprendizaje de códigos, conocimientos y ensayo práctico.
¿Por qué nuestra sociedad civil parece débil? Porque por muchos años se trabajaron reformas en el país con dos objetivos centrales, por un lado, el fortalecer instituciones que garantizaran derechos sociales y civiles a la población, y por otro, que el Sistema Político fuera plural y abierto, garantizando el voto y las elecciones competitivas como elementos mínimos de una Democracia Procedimental.
De esta forma, no se otorgaron las condiciones ideales para que los ciudadanos ejercieran plenamente la ciudadanía, más allá de contar con ciertos derechos y cumplir con sus obligaciones, al régimen no le interesaba el empoderamiento, la rendición de cuentas, la transparencia y la libertad de expresión. Ahora que la visión y el discurso migraron hacia una óptica donde la ciudadanía activa y participativa se percibe necesaria para el logro de objetivos públicos, la estrategia debe enfocarse a dotar a los individuos de herramientas para construir una ciudadanía activa en la práctica, desde el plano cultural, familiar, educativo, además de promover un tipo de moral pública preponderante que coadyuve en este fin, etc. Necesitamos que en la esfera pública se reproduzca y sea evidente la relación de la vida privada con la vida pública de los ciudadanos en la interacción de acciones cívicas constantes y experiencias personales.
Resulta ilógico que se busque que automáticamente con este cambio de visión en torno a la ciudadanía, los individuos adquieran atributos. Contar con ciudadanos no es un rasgo inherente de un régimen democrático; se necesita que el individuo cuente con oportunidades reales, aprender los códigos necesarios y vincular sus vivencias y sus conocimientos en el ejercicio práctico de la experiencia como ciudadano. Y es que esta baja posibilidad de que el individuo desarrolle, emplee o refuerce capacidades cívicas en la práctica, dificulta que se involucren y adquieran compromisos con su comunidad y se perciban capaces de influir políticamente en la sociedad, es decir, fungir como un actor tanto político como social en su contexto, asumirse en un rol de ciudadano.
Lamentablemente, las encuestas sobre Cultura Política claramente reflejan a un mexicano que no se siente capaz de incidir en su realidad, que considera que la política es un tema complejo, que no le gusta informarse porque percibe que no comprende los temas de actualidad. Hay que cambiar el enfoque con el que operan los programas que invitan a la participación, ya que es un hecho, los saberes y valores democráticos para que tengan relevancia, debemos ensayarlos a lo largo de nuestra vida, la construcción de ciudadanía demanda el ejercicio de la propia ciudadanía, desde situaciones de la vida diaria, como aquellas que representan mayor complejidad.
Pensemos entonces en cambios que pudieran generan condiciones idóneas para ser ciudadanos plenos, y como teóricamente revisamos, que estos saberes se encuentren insertos en diferentes espacios de nuestra vida cotidiana para que sean relevantes, graduales y significativos.
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Me gustaría concluir, dejando algunos ejemplos de estos espacios, y podemos generar un diálogo para desarrollarlos y evaluar la viabilidad de cada uno de ellos, también pensar en otras muchas posibilidades e idealmente proponerlas para que se lleven a cabo:
1.- Sería conveniente ampliar el periodo de Educación Cívica y Ética hasta la etapa profesional, ya que, al comenzar una carrera universitaria o técnica, si el área elegida no es Ciencias Sociales, difícilmente se vuelven a tocar temas cívicos.
2.- Incluir en los programas de educación primaria y secundaria, además de la Educación Cívica, la enseñanza de herramientas básicas para forjar un ciudadano activo, tales como enseñar a argumentar, debatir, adquirir el hábito de informarse de asuntos públicos, e implementar actividades que acerquen a los niños a experimentar actividades cívicas desde edad temprana, todos los días.
3.- Fomentar que los comités de participación ciudadana en las colonias sean autónomos y no dependan de la lógica gubernamental para organizarse y obtener beneficios.
4.- Buscar que los programas de Desarrollo Social se alejen cada vez más de las dádivas y apunten a generar Desarrollo Humano en capacidades cívicas para formar individuos conscientes y capaces de asumir un papel activo social y políticamente.
Existen muchas posibilidades para lograr transitar de una Sociedad Civil débil, al ideal que buscamos, investiguemos, argumentemos y generemos un movimiento que llegue a oídos de más gente, a líderes de opinión y sobre todo a la gente que está en posibilidad de tomar decisiones.
Tú, ¿Qué posibilidades vislumbras?
Berenice Pérez Ortiz es Politóloga y Maestra en Ciencias Sociales, investigadora social, mujer entusiasta, ciudadana participativa, lectora efusiva y chef amateur. Fervorosa de las artes, la risa, los canes y el existencialismo, anhela una verdadera justicia social, la información veraz y la ayuda desinteresada.Durston (1996), Limitantes de ciudadanía entre la juventud latinoamericana, Revista Iberoamericana de Juventud(1), Organización Iberoamericana de Juventud, España. Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2012, Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Escalante Gonzalbo Fernando (2009), Ciudadanos Imaginarios, Colegio de México. González Rosario (2001), la ciudadanía como construcción sociocultural, Sinética 18, no. 2. Ramírez Juan Manuel (1995), Las dimensiones de la ciudadanía, en espiral, núm. 2, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 1995. Reguillo Rossana (1992) , A la Calle otra vez: las bandas, identidad urbana y usos de la comunicación, ITESO, Guadalajara, 1992. Rosario González (2001), Revista mexicana de sociología, año 66, núm. 4, octubre-diciembre, 2004. Russo Foresto (2010), Coordinador, Calidad democrática, formación ciudadana y comportamiento electoral, Instituto Federal Electoral.Imagen de portada: Barbacoa en bicicleta / Autor: Walter Cruz Imagen 1: Sin nombre / Autor: Walter Cruz. Imagen 2: Añoranza en barbacoa / Autor: Walter Cruz
Muy buen artículo, raras veces pensamos en el impacto que tenemos como ciudadanos en la política y sobretodo en la responsabilidad que tenemos de educarnos y educar a los demás en los temas que nos pueden hacer una mejor sociedad.
Gracias
Excelente artículo, felicito a la autora y comparto la idea de seguir con la asignatura de Formación Cívica y Ética hasta nivel profesional.