Por Daniel Alvarado.
A través de los años el campo mexicano ha sufrido un abandono que afecta el abasto de alimentos básicos, la pérdida de costumbres y la migración del sector rural.
El campo es el espacio más vulnerable a cambiar de vocación ya que queda como un lienzo en blanco para escuetos planteamientos urbanos.
En Mayo del presente año, un grupo de amigos y yo fuimos al sur de México, donde se nos propuso plantear un proyecto en la ciudad de Oaxaca. Era la primera vez que visitábamos este estado y fue claro ver las diferencias y contrastes que tiene con respecto al resto de ciudades mexicanas.
En la primera mitad del siglo pasado, Oaxaca era prácticamente una alfombra agrícola rodeada por cerros, este escenario nos muestra un territorio que históricamente ha mantenido un fuerte arraigo a la producción agrícola. La morfología de la ciudad se ha definido a través de los años por un patrón de patios centrales junto con parcelas, lo que definió a la vez la actividades de su población.
Es por esto que Oaxaca es un estado representativo de la crisis del campo nacional, ya que la mayoría de su población se dedica aun en la actualidad a las actividades primarias.
Al recorrerlo, íbamos reconociendo su variado paisaje natural. Partiendo del centro de la ciudad hacia sus alrededores, podemos observar un paisaje compuesto en su mayoría por zonas arqueológicas, reservas naturales, montañas, ríos, etc., y ni hablar de su riqueza gastronómica.
Luego de recorrer parte de la ciudad, nos dimos cuenta de que Oaxaca es un territorio con un claro potencial agrícola, el problema es que no se explota correctamente. Por ello, quisimos que nuestro proyecto se enfocara en rescatar este panorama, principalmente ubicado al sur de la ciudad, en una zona privilegiada por su latente potencial productivo.
Es una realidad que la población rural está desapareciendo. Cada vez más la gente migra a las ciudades, provocando así un desaprovechamiento de tierras productivas. Esto aumenta la cantidad y demanda de emergentes consumidores urbanos frente a la cada vez menor comunidad de productores rurales.
La cuestión de cómo vamos a alimentar a los futuros habitantes de la ciudad no es un simple acertijo mental. Es una problemática que urge resolverse.
¿Qué pasaría si el campo vuelve a ser un territorio habitable y productivo?, ¿Qué pasaría si nuevamente invitamos al campo a la ciudad?
La propuesta busca que la agricultura sea una parte visible de la vida urbana. En Oaxaca existen vacíos agrícolas esparcidos por toda la ciudad sin un uso. Nuestra estrategia urbana plantea que estos vacíos se organicen como una matriz y sean parte de una red productiva expuesta a sus ciudadanos.
De esta forma se pretende reutilizar y adaptar estos espacios para que se conviertan en lugares de cultivo y recreación, con el fin aportar un beneficio barrial.
Este nuevo paisaje productivo proporcionará beneficios ecológicos y potencializará el desarrollo económico.
Con visión al futuro crecimiento de Oaxaca, nuestra propuesta se concentra en implementar un modelo de vivienda inmerso en parcelas agrícolas, articuladas por un núcleo central público con equipamiento recreativo, cultural y educacional.
Este equipamiento busca crear un proceso recíproco en el que por una parte se invita a la ciudad a vivir el campo y aprovechar las potencialidades del mismo, y por otra que el campo siga siendo productivo y cuente con ciertos elementos que caracterizan la vida urbana.
A medida que nuestro estilo de vida se torna más urbano, la vocación agrícola de los territorios se encuentra cada vez más en peligro de desaparecer. Esta herencia cultural y natural no debe ser amenazada por malos planteamientos de crecimiento urbano.
“Sin importar que tan urbana sea nuestra vida, nuestros cuerpos viven de la agricultura; nosotros venimos de la Tierra y retornaremos a ella”. Wendell Berry