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Tierra de nadie _ Tierra de todos

Por Mercedes Landa.

Hoy Brasilia está viendo crecer a su segunda generación de adultos jóvenes, cuyos abuelos tuvieron que mudarse al altiplano a construir la nueva capital del país.

Rio de Janeiro fue la segunda capital desde 1763, y el 21 de abril de 1960 se inauguró la tercer y nueva capital: Brasilia. 

Se habla de ella como una ciudad fallida, error del movimiento moderno, y se toma en cuenta sólo su tectónica, su falta de esquinas y de comunicación a escala peatonal. Salir por algo a pie en Brasilia parece una broma de mal gusto, y completar la hazaña de caminar en esa escala resulta tan incómodo, que por un momento olvidas que estás en medio de las obras maestras del genio de Niemeyer. La cuestión no se trata de lo poco exitosa que sea Brasilia en temas urbanos palpables y físicos. El tema en mano es lo exitosa que es Brasilia en el arraigo que sienten sus habitantes por su ciudad y lo que sienten todos los brasileños por su nueva capital.

Fue misión de Juscelino Kubitschek, presidente brasileño de la época, que quienes habitaran Brasilia sintieran amor y pertenecieran a ellos sus edificios y monumentos. Si estas en un sitio que no tiene historia, ¿Cómo creas desde cero algo que pertenezca al lugar? Si antes no había hombres, ¿Cómo haces que otros hombres sientan relación con él?

Juscelino optó por enamorar a los nuevos brasilienses a través del arte: de la arquitectura, la música, la escultura. Buscaba seducir al hombre del siglo XX, al hombre moderno a través de su necesidad interior.

No principio era o ermo [Al principio era un yermo], empieza el poema de la Sinfonía da Alvorada [1] escrita por Vinicius de Moraes y Tom Jobim. Se refiere al desierto, al vacío, a la nada que existía en este espacio que ahora es la capital del país. El hombre donde antes no había hombres y la música de la ciudad que nunca antes ha tenido música.

No resulta difícil ver la oportunidad poética que se presentó. Tom y Vinicius y Oscar y Juscelino y Lucio y más y más y más artistas notaron la tierra roja, el contraste con su cielo azul y su tierra virgen conquistada por un país estable y en progreso; también vieron a la amplia gama de hombres que tenían que sentir arraigo por lo que crearan cuando todos tenían un pasado con raíces distintas.

Su partida fue clara y lógica: formaron con sus creativas mentes un plan urbano con ideas lógicas (y obviamente utópicas) y decenas de edificios que acariciarían a los sentidos con sensuales curvas blancas. Crearon también esculturas, diseñaron jardines y escribieron canciones y sinfonías. Hicieron todo esto para sembrar en sus nuevos habitantes, sentido de pertenencia a un nuevo hogar.

Llámenme romántica pero sentí este arraigo cuando fui por primera vez. Escuché su Sinfonía interpretada por su sinfónica, en el Teatro Nacional de Brasilia. Sentí que algo se movió adentro de mí y me sentí parte de este lugar etéreo donde deja de importar lo urbano y se entiende espiritualmente.

Percibí ese amor a Brasilia en todos con quienes me tocó convivir. Aman su ciudad, lo que representa y como se logró. Aman que sus abuelos la construyeron con sus propias manos. Y aunque no puedan salir caminando por un helado a la esquina, saben que existen estos cielos azules con tierras rojas y edificios blancos que significan patria para todos los descendientes del hombre moderno.

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Mercedes es Arquitecta por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México (2011). Estudió un semestre en la Escola Da Cidade en São Paulo, Brasil. Actualmente es socia fundadora del despacho El Umbral, con sede en la Ciudad de México.
[1] La palabra Alvorada en el título de la sinfonía (y en el nombre la residencia presidencial de Brasil—Palacio da Alvorada) significa alva, madrugada, “antemañana”. Es el amanecer y los primeros indicios de luz de día. Es el sol anunciando su llegada. Hace referencia al futuro del país, al primer indicio de progreso y a la promesa de un inmediato amanecer. Fotografías de Mercedes Landa.

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